25 febrero, 2008

Quiero salir de aquí, no lo soporto.

Gente gritándose en la calle, como perros furiosos disputándose una hembra para copular, jóvenes, sumisos, volcados en los estudios o los estudios volcados en ellos, abriéndose un hueco en la sociedad.

Madres cargadas de bolsas arrastrando a la fuerza a sus niños, niños dejándose arrastrar frenando con las piernas y con una mueca burlona en la cara. Padres caminando estresados por llegar a casa a y colgar la fachada de hombre adulto en el perchero.

Y en medio de todo este caldo circense, una mujer, ya anciana, sentada en un banco de madera, mirándome fijamente. O al menos hacia la ventana donde me encontraba observando todo este acto.

…QUIERO SALIR DE AQUÍ, NO LO SOPORTO…

Acababa de llegar a casa estaba completamente a oscuras, y acercándome a la ventana, único lugar donde a las cuatro de la tarde podía releer la carta que dejo en mi mesa, la que ella me envió al poco de marcharse, hará ya un año. Y aun me dolía recuperar aquellos escritos.

Parecía que en la casa se produjo un apagón, porque todo el edificio se encontraba a oscuras. Tanto mejor, para mí. De esta forma me difuminaría dentro de la habitación durante el resto de la tarde. Y de esta forma acabe tirado en esta butaca, observando la ciudad tamizada por el frio invierno.

Encaramado a este ojo translucido, observaba lo que la calle me traía bajo mi ventana. En la oscuridad de la habitación había encendido un cigarro y ahora estaba consumiéndose lentamente entre mis dedos, mientras el humo serpenteaba hacia arriba por mi brazo, hasta llegar a regar el techo con una gris y lenta lengua mortal.

…QUIERO SALIR DE AQUÍ, NO LO SOPORTO…

Parecía que el cielo anunciaba noche lluviosa y en la calle la gente correteaba como hormigas cargadas de migas de pan en bolsas del supermercado. Una sociedad dibujada en tonos tristes, como vista a través del caleidoscopio de mi cigarrillo.

Me acechaba un triste recuerdo en mi mente. Acerco mi cigarro ardiente a los labios y aspiro fuertemente. Se hace audible el crepitar del papel al arder junto al tabaco y veo como el aro de oro rojo avanza hacia mí, transformando el blanco papel en ceniza color muerte, haciendo lo mismo con mi recuerdo. Desvaneciendo así mi dolor y exhalándolo fuertemente contra el cristal de la ventana.

Me inclino hacia delante para observar el exterior. La mujer mayor aun sigue en el banco, sentada. Me fijo más detenidamente en ella, veo que sostiene un ramo de flores. Parece ser que espera a alguien. Aparta el puño de su abrigo para atender a la hora y nerviosamente mira a ambos lados de la calle sin dejar que enviar mensajes en Morse con la pierna. Su rostro denota cansamiento, se la ve un poco agotada, y da señales de arrepentimiento. Con honda tristeza.

Puede que esté esperando algo más que a una simple persona...un perdón, quizás. Armada con unas flores, ayudaran a acercar más su alma, al corazón de la persona querida. Como los remos de una barca en medio del desierto de arena, un viaje imposible.

Aun así, la mujer a pintado sus labios de un rojo vivo, en contraposición al viejo cuerpo ajado, pero en a juego con el brillo de esperanza que chirrían sus ojos. Pues denota una felicidad escondida en su mirada, como quien intenta ver belleza allá donde no existe.

La manera de vestir, delata un espíritu joven y corazón humilde, parece una jovencita, nada de lo visto en todas las personas de su edad. Sencilla y coqueta, como una pequeña ilustración de cuento para niños, Con un gusto especial por los tejidos y colores, agradables al tacto con solo mirarlos. Y seguramente, buena cuenta daría, si también pudiera olerla.

Aunque el cuerpo muestre signos de fatiga por la edad, su espíritu parece haber sobrevivido intacto, gracias a una mente siempre locuaz. Quizás se deba en gran medida por el anhelo de la persona esperada… quien sabe.

Mientras sin darme cuenta, el cigarro se ha consumido. Lo apago en el cenicero y me levanto, me dirijo al cuarto y a tientas consigo ponerme un jersey. Sin electricidad parece que nos limitamos a dos acciones, enseguida perdemos el norte y no podemos hacer nada, somos mamíferos inútiles. Me parece adivinar al invierno acostado en mi sofá, descalzo y leyendo la prensa mientras se ríe de mí.

Se me había quitado el hambre, después de releer la carta. Cogí un vaso de agua de la cocina y me puse a dar de beber a las plantas. Arduo trabajo, contando que éramos muchos los invertebrados que allí vivíamos.

Seguidamente me puse los auriculares del reproductor de música, me desperecé y me dejé caer nuevamente en el butacón. Esta tarde iba a hacer menos que de costumbre. Necesitaba ordenar mis pensamientos. No era demasiado tarde, serían las siete de la tarde, aunque fuera era ya de noche y el frío apretaba.

…QUIERO SALIR DE AQUÍ, NO LO SOPORTO MÁS…

Volví a mirar a la calle. Y allí seguía la anciana aun, parecía agotada por el entusiasmo maltrecho de horas de espera. De pronto, se llevo las manos a la cara en un gesto de desesperación. Se puso a llorar, los nervios vencieron a la persona.

Me sentí unido a aquella señora, parecíamos ir en el mismo barco. Ambos esperábamos a una persona.

Al rato se tranquilizó. Se irguió, con la cara completamente mojada por las lágrimas derramadas. Mostró una ligera sonrisa a la par que giraba la cabeza hacia un lado con la mirada puesta en el infinito. Una sonrisa de resignación, estar haciendo la tonta por una causa perdida, actos en vano. Por una persona que nunca sabrá que en estos momentos alguien llora por ella.

Apoyado contra el cristal, me sentía involucrado en el drama, su dolor lo hice mío. Hubiese bajado a sostenerle la mano y darle ánimos a aquella mujer. ¿Pero que podría decirle yo, a alguien que lleva más batallas que yo en esta vida?

La mujer, abrió su bolso y saco un pañuelo para secarse las lagrimas. Una vez acabado, saco un estuchito de la bolsa y se arreglo el semblante. Un poquito de maquillaje, pero poco, el justo para subrayar esa felicidad que escondían sus ojos, bajo estratos de soledad.

Guardando los pinceles en el estuche, se queda quieta mirándose en el espejito y sonriendo le pregunta a su reflejo…-¿quien eres?

Cierra la cajita y sin dejar de sonreír la guarda decididamente en su sitio. Ahora la veía diferente, parecía… feliz. Pero con una tristeza escondida en el fondo de sus ojos. Sería el nuevo disfraz con el que lograría acabar el día. Mañana por la mañana, al levantarse, se encontraría desnuda nuevamente ante el mundo.

Se levantó, coloco el bolso en su hombro y dejándome estupefacto, empezó a separar flores del ramillete y se dedico a enarbolarlas por los huecos del banco de madera. Como quien colorea el rostro de una muchacha colocando una flor en su cabello.

Flores que nunc cumplirían su misión… flores rotas. Ahora se encargarían de hacer feliz al banco, el cual nunca tuvo tanta belleza a su cargo, la madera parecía volver a encontrarse con una vieja amiga.

La mujer una vez acabado esto, desapareció poco a poco por la calle, con la esperanza de algún día, volver a su casa abrazada a un sueño, hecho realidad.

Después de esto, me volví a recostar pensando en lo que acababa de acontecer bajo mi ventana. Ahora mis penas parecían volar ligeras sobre mi cabeza, junto a la lengua de humo ya desaparecida. Me sentía con fuerzas de seguir luchando por aquello que queremos. Nunca nos rendiremos, nos aferraremos al sueño con garras, me decía a mi mismo.

Y como si de un regalo divino se tratase por aquel positivismo. Se hizo la luz, allí en mi comedor. Me levanté, encendí música de fondo y enchufé la calefacción. De esta forma el invierno me hizo un hueco en el sofá y mirándome curioso, me puse a escribir una contestación a aquella carta que esperaba en la mesa.

Aunque ella se encontrara ahora, lejos de mi. No me importaría esperarla, allí abajo, en el banco, como un niño cogido de la mano, de aquella mujer mayor.

…AGÚN DÍA SALDRÉ DE AQUÍ, PODRE SOPORTARLO.

. . .

por: Ego Valor.

3 comentarios:

Donnie Darko dijo...

siempre fuman tus alter ego literarios, esconde un deseo? jijiji

Se nota que con el nuevo formato más largo te dejas llevar más jisjissj

que dirá la gente de nosotros... tristes personajillos, tu y yo con personajes asqueados y tu hermano poseido por alguna sustancia psicotrópica para crear sus mundos

El insecto dijo...

jajaja me ha hecho gracia el comentario. Y me gusta mucho tu historia, creo q al conocerte tanto, te veo narrandola como si fuese una pelicula, que bien se te da escribir, dibujar, hacer fotos... ¿has pensado alguna vez de mostrarte abiertamente al mundo? bueno, que sepas q soy tu fan number 1

Diego Valor dijo...

Putas almas en pena es lo que somos, encontraremos algún dia nuestro hueco?

Porque no nos conformamos con un curro de mecanico bajo de casa y cervezas con futbol los findes, creando barriga, quiza fueramos mas felices...

Animos chicos!! 4 historias mas así y nos fichan en Valdemar...